lunes, 29 de noviembre de 2010

EL PLACER ES MÍO

Un inmenso sentimiento de melancolía me envuelve. Aunque intente retrasarlo cada vez más, la vida no esperará por mi y me obliga a lanzarme a ella poniéndome entre la espada y la pared. Aún conservo entre mis brazos momentos que me hicieron feliz, en los que me sentía protegida, en los que me envolvía el calor paternal que te acompaña allí donde vayas. Aún ahora que tengo que sacar un pie de la cama y ponerlo en tierra, llevo prendado de mí el edredón de mi lecho y las paredes de mi cuarto. Sin duda no estoy preparada. Pero creo que uno nunca lo esta cuando no le queda más que crecer. Mi mente evoca los rincones de un hogar en el que mi corazón recuerda mil sentimientos; mil sentimientos que ahora se quedarán huérfanos, caerán en el olvido. Un ayer que hoy resulta tan cercano será pronto el perfume lejano de un tiempo mejor. El pasado esta llamado a ser una cicatriz que me marque impidiéndome olvidar que lo he abandonado; pero no será nada más. Como en el amor, llegará un momento en el que mi interna chimenea no recuerde el calor de la lumbre, ni su color, ni su olor; quedará únicamente el cerco impresionado por lo que un día se albergo allí. Y eso es lo que no soy capaz de asumir. Me niego a perder mi vida y empezar de nuevo con la memoria en blanco, van a matar mis recuerdos pretendiendo que me resigne, pero la pasión que abandera mi alma nunca me lo permitirá. Por ello, mi único destino será sufrir, reabrir las heridas; y mi único anhelo será no dejar de hacerlo.
Pronto tendre que dar un paso al frente, con seguridad y sin mirar atrás. Aunque mi cuerpo aún no me acompañe, mi madurez ha cruzado el umbral y me siento dueña y señora de vida. Ya nadie me dará la mano al caminar, y aunque siempre llevaré al lado a mi compañero, yo seré la única responsable de mis actos. Estoy construyendo la base que me dará de comer mañana, justo ahora que pierdo los referentes y que se me derrumban los mitos. Pensé que eran lobos, y poco a poco me doy cuenta de que en verdad son cada vez más mi rebaño, y yo tengo que sucederles. A partir de ahora tampoco podré llorar, si muestro mi debilidad por un momento los buitres vendrán sobre mí y sobre los que proteja. Pero lo que estos buscadores de muerte no saben es que ya me he batido con ellos, que les he mirado a los ojos, he visto que sangraban igual que yo y que les he vencido, porque ya no les tengo miedo. Si resisto a abandonar mi nido es porque conozco mi naturaleza y se que nunca me dejaré caer y que si es necesario golpeare hasta que solo quede hueso en mis nudillos. En cuanto salga ahí fuera se cumplirá mi destino y seguiré el camino reservado para quien decide tirar del carro. Solo espero estar siempre cegada por la fuerza y no hacer caso nunca a mi cabeza, ya que de esta manerra quizás me daría cuenta de que esta batalla la libro sola, de que nadie sonreirá con mi victoría ni llorará por mi derrota. Una vez más es la soledad el fantasma que me persigue. La única que baila conmigo y me enamora aunque me conduzca al precipicio. Debo enterrar el pavor que siento por ella de inmediato o no podre cumplir mi cometido.
Poco a poco voy incorporándome, dejo atrás el tierno pijama infantil y me visto para salir a la arena. Tengo la convinción de que hallaré el placer en mi camino, y el calor en quien anda a mi lado. Tanto es así, que gracias a las cualidades que me ha dado la tierra, podré vivir. Seré feliz, lloraré, tendré miedo...pero al fin y al cabo aprovecharé al máximo el tiempo que me han concedido.
Es un placer andar este camino.

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