martes, 30 de noviembre de 2010

La Reina Ardid y Muerte

Hoy voy a hablar de dos personajes femeninos de la literatura que me han marcado (y seguirán haciéndolo tantas veces lea sus historias).



La primera de las dos es Muerte… Supongo que quienes hayáis leído Sandman –de Neil Gaiman– podréis reconocerla en el dibujo que hay justo encima de estas líneas (en estilo 'dicromatito', del que hablaré en otra ocasión). No es Muerte en el sentido clásico del término, de la representación antropomórfica: Muerte es una chica muy vital, de aspecto joven, alocada y siempre vestida de negro con tintes góticos festivos; de su cuello cuelga un Anj, el símbolo de la eternidad egipcio.

Quizá su vitalismo provenga de que es la única que realmente sabe la importancia de lo que arrebata, de detener la vida de todos y cada uno de los seres, quizá sea así por naturaleza; lo único seguro es que, si llegas a verla con este aspecto algún día y no es porque viene a llevarte, te enamorarás de ella. Es así; no se puede luchar contra esa fuerza. Y es que es única: un hombre esquivarla durante diez mil años y, cuando se encuentran finalmente (Muerte acaba por ver a todo el mundo), él le dice: "He vivido diez mil años, he vivido mucho, ¿no?"; la respuesta de ella: "Has vivido lo que todos: toda una vida".

Increpada por una niña cuya vida arrebató largo tiempo atrás acerca de que no podía valorar realmente la vida, Muerte toma, cada cien años, una forma mortal cuya duración es de un día, para evitar olvidar el valor que tiene ella misma en el Universo.

La admiro, y me da miedo. Y no sólo al personaje.


La segunda es la reina Ardid, de Olvidado Rey Gudú, de Ana María Matute (recientemente galardonada con el premio Cervantes). Lo primero que he de decir es que siento un gran afecto por la escritora (y eso pese a no conocerla) y no creo que pueda perdonarme el haber olvidado la fecha en la que estuvo en Plasencia firmando libros…

La reina Ardid es realmente el personaje principal de la obra, aunque ésta lleve el nombre de su hijo. Ella maquina, teje, desteje, manipula, recorta, amplía, dirige, espía, controla, libera… Ella ES. Dicho así quizá pueda parecer una total dictadora, indigna de mención… Ana María Matute la describe de tal forma, cuenta la historia de Ardid de tal manera que sólo se puede sentir aprecio y conmiseración por ella: es tan ingenua… Ella, que cree saberlo todo; ella, que puede mandar que te borren del mapa con un imperceptible gesto de muñeca… está ciega para las cosas realmente importantes, y deja que su vida pase mientras hace grandes planes para disfrutarla en el futuro. Por momentos se hace odiosa, por momentos querrías que saliera del libro para poder consolarla… Es una relación de amor-odio tan profunda, tan bien llevada… No me avergüenza decir que se me saltaron un par de lágrimas cuando acabé el libro. No es para menos. Puede echar para atrás por su longitud, y mentiría si dijera que todo él es increíblemente ameno, pero la vida de la Única y Verdadera Reina de Olar debe conocerse.

Leedlo. No os arrepentiréis, os doy mi palabra.

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